martes, 5 de mayo de 2009

BOAL EN LA MEMORIA


Por Ariel Dorfman

La primera palabra que me saltó a la mente cuando conocí a Augusto Boal es que él era... elástico. Flexible, dúctil, fluido, abierto al mundo; pero a la vez con algo casi infinitamente resistente, ese hombre largo y flaco, no de esos elásticos que cuando se estiran se rompen.
Nuestro encuentro inicial fue en La Habana, en enero de 1973, cuando fuimos co-jurados para el Concurso de la Casa de la Américas y ya era una leyenda su Teatro del Oprimido. Aproveché yo su sabiduría en esa ocasión de una manera más bien pragmática. En Chile, en ese tiempo, estaba ya en plena marcha la contra-revolución que en septiembre de ese año derrocaría a Salvador Allende y mis conversaciones con Augusto volvían una y otra vez al papel que podía jugar el teatro –ojo, me decía, todo es teatro, solamente que la mayoría de la gente no se da cuenta– en una coyuntura tan crítica. Fue su espíritu creador travieso, su convicción de que los espectadores eran de veras coautores, su optimismo inagotable, que me llevé de vuelta a Santiago. Unos meses más tarde, trabajando ya en La Moneda como asesor cultural de Fernando Flores, secretario general del gobierno de Allende, aproveché las enseñanzas y la inspiración de Boal para planificar una serie de acciones teatrales en los espacios públicos de Santiago que podían retrasar la asonada militar que, día a día, amenazaba con destruir la democracia de mi país.
Justamente el 11 de septiembre de 1973 me iba a encontrar con Oscar Castro, del Teatro El Aleph, para infiltrar las calles de Santiago con escenas creadas en base a lo que Boal llamaba el Teatro Invisible. Esto de invisible me gustaba en particular porque éramos víctimas del bloqueo llamado invisible del gobierno norteamericano que, junto con el sabotaje económico de la derecha, había creado una escasez artificial y largas colas de ciudadanos que debían esperar para hacer compras de los alimentos más esenciales. Una de mis ideas, que Oscar Castro y su grupo iban a llevar a cabo con desparpajo y alegría, era que un tropel de actores se pusiera en la cola y, sin revelar su origen teatral, fueran acusando sutilmente a los verdaderos responsables de aquella carencia de bienes materiales, de manera que las protestas de la gente se dirigieran contra los golpistas y no contra el gobierno popular.
Nunca pudimos escenificar ni esa ni otras presentaciones similares. El gran teatro de Chile fue usurpado –si se me permite una metáfora un tanto melodramática– por el Director de la Muerte, Augusto Pinochet, y yo me fui, eventualmente, a un exilio nada de invisible.
Y en Buenos Aires me esperaba, por cierto, Augusto Boal, que había tenido que salir de su Brasil después de caer preso y que se había instalado en el país de su maravillosa mujer, Cecilia. Fueron tan solidarios con nosotros en el dolor como serían generosos en los años por venir con tantos otros seres necesitados: nos prestaron por unos días su departamento a fines de enero de 1974, justo antes de que huyéramos de una Argentina donde ya se veía que el futuro era también sombrío.
Y fue ahí que Augusto me ofreció una lección que poco tenía que ver con el teatro y absolutamente todo que ver con la vida. Me acuerdo de que estaba yo hablando con él acerca de las noticias terribles que salían de Chile como si fueran una cloaca y Chile y más Chile y cómo el mundo había reaccionado frente a nuestra tragedia y el tipo de trabajo solidario que pensaba realizar en Europa con Chile y fue entonces que Boal me dijo, muy calladamente, pero con mucho fervor: sí, Chile, dijo, Chile, sin duda, Ariel, pero no te olvides del resto de América latina. Y yo me quedé perplejo, porque tenía razón. Con tanto protagonismo de mi país era fácil dejar de lado a tantos otros países que sufrían, era fácil ponerse egoístas. Y tal como un año antes me había llevado a Santiago sus palabras sobre el teatro como un infinito instrumento de liberación y participación, me fui de la Argentina en 1974 llevando esas otras palabras, cargadas de ética continental y compasión humana; me las llevé y nunca las pude olvidar.
En las décadas que se perpetuaron desde entonces nos vimos de vez en cuando con Boal, siempre fui recibiendo con júbilo noticias suyas y mensajes y parabienes, si bien yo fui derivando más y más hacia un teatro diferente que el suyo. Y ahora que dicen los cables que ya no respira en este mundo, quiero desmentir aquella información falaz que vino desde Río de Janeiro y asegurar que Boal se encuentra increíblemente vivo y tan elástico como siempre, quiero afirmar que su muerte es invisible porque sigue él adentro de miles y miles de hombres y mujeres y niños que encontraron en sus obras y sus dichos y su vida la iluminación para hacerse ellos mismos los muy visibles protagonistas de su destino.

Página 12. 5 de mayo de 2009

lunes, 4 de mayo de 2009

Nuestro adiós a Augusto Boal

El dramaturgo brasileño Augusto Boal, Embajador Mundial del Teatro de la UNESCO, falleció ayer en Río de Janeiro a los 78 años, a causa de una insuficiencia respiratoria, informaron sus familiares.
El fundador del llamado "Teatro del Oprimido", un revolucionario método de enseñanza teatral y de escenificación, sufría leucemia y estaba internado desde el pasado martes por problemas respiratorios, informó EFE.
Entre 1971 y 1980 escapó de la persecución del régimen militar brasileño y vivió exiliado en Argentina, Estados Unidos y en Francia, donde enseñó sus técnicas en la parisina Universidad de La Sorbona.
El "Teatro del Oprimido" supuso la semilla de algunas corrientes del teatro moderno que convierten al espectador en parte activa de la pieza teatral.
El pasado marzo, ya aquejado y debilitado por el cáncer, recibió el reconocimiento de "Embajador Mundial del Teatro" de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
AUGUSTO BOAL
(Río de Janeiro, Brasil, 16 de marzo de 1931-2 de mayo de 2009), dramaturgo, escritor y director de teatro brasileño, es conocido por el desarrollo del Teatro del Oprimido, método y formulación teórica de un teatro democrático. Fue para el Premio Nóbel de la Paz 2008.
De sus estudios en EEUU a su exilio (1953-1971)
En 1953 se traslada a los EEUU con la intención de cursar estudios de Ingeniería Química, pero terminará por estudiar teatro. Escribe obras teatrales y las escenifica con el “Writer’s Group”, una asociación de jóvenes escritores. Entre ellas la casa del otro lado de la calle en la que se va configurando los rasgos característicos de su obra.
En 1955 vuelve a Brasil y asume la dirección artística del Teatro de Arena en São Paulo donde funda, junto con Gianfrancesco Guarnieri, el Seminario de Dramaturgia del Teatro de Arena (1958-1961). En 1960 escribe Revolución en América del Sur escenificada en 1961 en el teatro de Arena, en la que el protagonista, José da Silva, un hombre del pueblo, es víctima de toda clase de explotaciones por clase dominante. De esta época son José, del parto a la sepultura, la adaptación de la obra de Lope de Vega El mejor juez, el Rey (Boal, Guarnieri, Paulo José), Juicio en el nuevo sol (Boal e Nelson Xavier) y Golpe a galope (adaptación de “Condenado por desconfiado” de Tirso Molina). En 1965, junto a Guarnieri inicia la serie Arena Conta, en la que narra a través de personajes históricos brasileños la lucha por la liberación del pueblo.
La dirección del show Opinión despertó su interés por los musicales. Surgen, así, Arena canta Bahía (con Maria Bethânia, Gal Costa, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Tomzé y Piti), Tiempo de guerra y Sergio Ricardo puesto en cuestión.
De 1968 son Tío Patinhas e a Pílula y Luna pequeña y la caminata peligrosa dedicada a la lucha del Che Guevara en Bolivia. En 1969, en plena dictadura, escribe Bolívar, labrador del mar.
Sus años de exilio (1971-1980)
A principios de 1971 es preso, tras su liberación debe exiliarse en Argentina, allí escribe Torquemada donde habla de la prisión y del sistemático uso de la tortura. En Buenos Aires monta representaciones de piezas teatrales, da conferências y realiza investigaciones sobre el Teatro del Oprimido en toda América Latina.
De la década del 70 son también Milagro en Brasil y Crónica de nuestra América, las adaptaciones de La tempestad (Shakespeare) y Mujeres de Atenas (Aristófanes) con músicas de Manduka y Chico Buarque, respectivamente, y las adaptaciones de algunos cuentos de Crónicas de Nuestra América- La mierda de oro o El hombre que era una fábrica y La mortal inmortal. En 1976 escribe Jane Spitfire. En este año se traslada a Portugal.
En 1978 Boal es invitado por la Sorbonne para dar clases de Teatro del Oprimido. Se traslada a Paris donde funda el Centre d’etude et difusión des techniques actives d’expression dedicado al estudio y difusión del Teatro del Oprimido. En 1979 Boal funda el Centre du Theatre de l’opprime.
Boal dirige Boses Blut, de Griselda Gambaro, en el Schauspielhaus de Nurngerg, Das Publiku de Garcia Lorca, en el Schauspielhaus de Wuppertal y, en el Schauspielhaus de Graz, Mit der Faust In offener Messer (de su autoría), Zumbi (coautor con Guarnieri e Edu Lobo) y Nicht Mer Nach Calingasta de Julio Cortázar, Cândida Erendira de Garcia Marquez, en el Théâtre Nacional de l’Est Perisien, Latin-American Fair of Opinion en Nueva York.
De la vuelta al exilio a la actualidad (1980-2009)
En 1980 Boal lleva a Brasil el Teatro-Fórum con su grupo del CTO-Paris. En 1986 vuelve a Brasil para dirigir la Fábrica de Teatro Popular, a propuesta del Estado de Río de Janeiro, cuyo objeto era tornar accesible a todos el lenguaje teatral, como método pedagógico y forma de conocimiento y transformación de la realidad social. Pero este proyecto queda truncado con el cambio de gobierno. Surge, entonces, el C.T.O. (Centro de Teatro do Oprimido do Rio de Janeiro) con el objetivo de realizar estudios teórico-prácticos del Teatro do Oprimido. La discusión sobre la ciudadanía, la cultura y sus varias formas de opresión son expresadas a través del lenguaje teatral.
En 1990 con el espectáculo Somos 31 millones ¿y ahora? se consolida definitivamente el CTO-Rio. Desde entonces, Boal y su grupo trabajaron junto a organizaciones que luchan por la libertad, igualdad y los derechos humanos. Ese mismo año edita Méthode Boal de Théâtre et de thérapie l´arc-en-ciel du desir donde muestra las nuevas técnicas introspectivas de teatro-imagen.
En 1992 se candidatura y es electo concejal con la propuesta de trabajar teatralmente los problemas vividos por el ciudadano común y discutir en las calles las leyes de la ciudad de Río de Janeiro. Después de haber transformado al espectador en autor con el TO, inicia el proyecto Teatro Legislativo, transformando al elector en legislador.
En 1999, monta una sambópera sobre la ópera Carmen de Bizet, en el CCBB, y en el 2000 la representa en el Palais Royal de París. En ese mismo año intensifica, con el CTO-Rio, el trabajo dentro de las prisiones de Sao Paulo.
Su libro Teatro do Oprimido y otras poéticas políticas, ha sido traducido a más de 25 lenguas.
Llevaba a cabo un proyecto nacional en colaboración con el MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra) que se llevará a cabo en 15 estados de Brasil.

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