jueves, 5 de febrero de 2009

La díficil misión del artista cusqueño



Hace unos días me encontré con un compañero actor, y estuvimos conversando sobre la díficil labor de hacer arte en el Cusco. Ambos coincidimos que es un problema no solamente del profesional o del aficionado, sino de nuestra sociedad. Una ciudad pequeña pero con un complejo enorme, el de que no quererse mirar al espejo y descubrir todos los defectos que como sociedad tenemos y de aquellas virtudes de las que carecemos, especialmente aquella de valorar lo nuestro, y no sólo me refiero a nuestro pasado glorioso, a nuestros muros o a nuestra cutura andina, sino a la cultura viva, esa que construimos día a día, a través de nuestras tradiciones, nuestras costumbres, pero también a través del arte, de los productores y creadores de arte, que hemos escogido una tarea dificil, entretener y transmitir un mensaje que haga pernsar a las personas. Es esa falta de apoyo de nuestra propia gente la que nos impide avanzar, es muy doloroso, muy desmotivador, que sumado a la falta de apoyo del estado, que ve en el arte y la cultura un desperdicio de dinero y esfuerzo, porque "hace pensar a la gente", pareciera que estamos condenados a ser la cola de la sociedad cusqueña.

Así, sentimos que todo está en nuestra contra, la política, la educación, la economía, hasta la religión, somos el patito feo de la familia... pero algo de esperanza vislumbramos: la niñez... si, los pequeños seres humanos que están en formación y tienen el corazón y la mente amplia para aprender, sin prejuicios y con mucha curiosidad. Es a ellos que debemos dirigir nuestras fuerzas, sin descuidar a los más grandes porsupuesto, a los adolescentes y a los jóvenes que aún tienen la inquietud de que el mundo puede cambiar.

Creo y estamos seguros de eso, que las sociedades son difíciles de cambiar, que las mentes de las personas están cargadas de tantas otras cosas, que les impiden ver la verdad, o por lo menos buscarla. Por eso mi fé en que el mañana será mejor, dependerá de cuánta inquietud seamos capaces de sembrar en los niños, los jóvenes, y no sólo para que el día de mañana tengamos un puesto de trabajo y que podamos vivir de lo que hacemos, sino sentirnos orgullosos de contribuir con un granito de arena a este ya complicado mundo.