Te escribimos desde la pequeña ciudad de Qosqo, muy cerca de las alturas de Macchu Picchu. Para decirte que estamos apesadumbrados por tu partida. ¡Qué desgracia! ¡Ha llaki! No solo porque fuiste un faro de luz, para las artes de todas las latitudes, sino también, porque aprendimos de tu ejemplo a querer, cuidar y recrear, nuestra vasta cultura latinoamericana. Esa “milagrosa totalidad” hecha poesia por “Pablo Neruda el grande, el más grande”, como tú lo calificabas; porque creias en “esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda”.
Ese aprendizaje, pasaba por leer y disfrutar totalmente, tus cuentos y novelas. Incluso dejando de comer, con tal de llegar a la última linea, y saber por fín, como terminaba todo. Y sentir, como esa historia, servía de insumo a nuestras creaciones. Tuvimos el placer de adaptar y poner en escena, dos cuentos tuyos al teatro: “Crónica de una muerte anunciada” para un colegio nacional, en Quito, Ecuador; y “La increible y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada”, a cuatro manos, acá en Qosqo.
A la puesta en escena, hecha libremente, pero respetando el espíritu que tú le diste, le pusimos “Eréndira”. La presentamos en Qosqo, Bogotá y Sibaté. Ella sigue viva, y seguirá llevando tu poesía, de pueblo en pueblo, tratando de romper “el nudo de nuestra soledad”. En “la búsqueda de la identidad propia… por una patria grande más humana y más justa” asi sea “ardua y sangrienta”. Queríamos visitarte allá en México, y decirte esto que ahora escribimos. Se nos adelanto la muerte, dejándonos con un nudo en la garganta. Pero no podrá llevarse tu creación, tu universo.
Ve sereno Gabriel José. Parafraseando a Bukowski, te decimos: tú también fuiste, junto con Hemingway, Celine, Dostoievski, Hamsun, Faulkner, Neruda, Vallejo, un perro viejo, que peleo tan bien. Encuéntrate con ellos en el hanaq pacha, en el mundo de arriba. Disfruta de su compañía. Nosotros agradecidos, nos quedamos con tu poesía, nuestra musa, nuestra compañera: “… esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos”. Y que nos hace decir, como Eréndira, al escuchar el clavichémbalo en el convento: “Soy feliz”.
¡Kacharpari, harawiku Gabriel José, kacharpar¡ Nos despedimos, con los ojos inundados de lágrimas, pero bailando, porque a pesar que te fuiste ¡TE TENEMOS! Bailando, con fuerza, cimbreantes, como en el último movimiento coreográfico de las danzas de mi tierra. Y diciéndote en el joven idioma de mis antepasados, a todo pulmón, tirando nuestros sombreros hasta donde estás tú, en el hanaq pacha: ¡Hailly, hatun harawiku Gabriel José, hailly! (¡Viva el gran poeta Gabriel José, viva!)
Hugo Fernando Salazar
Qosqo, abril, 2014.
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